Algunas relaciones y reflexiones sobre la teoría psiconalítica de Freud y Lacan.
A
modo de conceptualización, en un sentido ortopédico y provisorio para el
aprendizaje paulatino de la teoría psicológica, quisiera establecer un breve
recorrido por los conceptos vistos durante las clases y textos abordados,
pertenecientes al bagaje lacaniano dentro de la teoría psicoanalítica. Y
además, de manera concomitante, un intento de comparación entre los conceptos
freudianos y lacanianos, a fín de relacionar distintas miradas, o distintos
posicionamientos, frente al objeto del psicoanálisis, o bien, al cúmulo de
problemas que él mismo intenta desentrañar: la personalidad, el sujeto, la
psicopatología, etc.
Decido
comenzar primeramente por el período temprano de la vida del ser humano,
conceptualizado como “estadio del espejo” por Lacan, que se extiende
aproximadamente desde los 6 meses hasta los 18 meses.
Entendemos
que el bebé recién nacido ha llegado al mundo aún sin completar su desarrollo
madurativo. Nos referimos principalmente, aunque no de manera excluyente, a la
mielinización de los axones, vías aferentes y eferentes, es decir el área
motora y sensitiva de sistema nervioso, y más puntualmente la comunicación de
los procesos conscientes con el propio cuerpo. Este detalle es fundamental para
entender por qué Lacan menciona que el niño, al verse en el espejo, recibe una
imagen completa de su cuerpo, imagen exterior más bien estructurante que
estructurada, pero a la vez posee una percepción real de su cuerpo al cual aún
no maneja ni siente de manera estructurada, o madura. Esto contrapone una imagen,
otorgada por el espejo, con una percepción real de su cuerpo. Decimos en este
momento que lo Real y lo Imaginario se anudan en esta primera imagen del cuerpo
que se desarrolla desde los 6 meses. Lacan la conceptualiza como yo (moi), que
pertenece al registro imaginario y que proseguirá hacia una constitución más
tardía, la cual diferencia como yo (je), donde el sujeto anuda su yo al
registro simbólico, es decir con el lenguaje, y donde, además, él mismo se
estructura como significante en la relación dialéctica con el otro.
Podemos
pensar que este primer registro yoico en Lacan (moi) se relaciona con lo que
Freud llama esencia-cuerpo, que también pertenece al yo según su teoría y que
se emparenta con el concepto de esquema corporal, es decir la percepción
espacial de su cuerpo y su correspondiente motricidad e interacción con el
medio.
Lacan
utiliza el concepto freudiano de yo-ideal para designar al moi, es decir a esta
imagen estructurante del psiquismo que se contrapone con una percepción real y
fragmentada del propio cuerpo. Una vez que el lenguaje habilita el registro de
lo simbólico, la imagen del yo se objetiva en la dialéctica de la
identificación con el otro. De esta manera se instala el ideal del yo como una
falta, una incompletud del yo real en relación al yo ideal, imaginario, y así
el niño restituye su función de sujeto (je), o bien queda establecido, y
nominado, en posición de significante.
Esta
primera noción visual frente al espejo se puede relacionar con un llamado de la madre al hijo, más
claramente un deseo de la madre de lo que el pequeño es, podría o debería ser,
que se ejemplifica en el momento de que la misma le diga al hijo “ese sos vos”.
Esto es muy distinto de decir “vos sos vos”, sino que el significante del niño
está puesto en el exterior. De esta manera se pone en un lugar, fuera de la
relación madre-hijo, hasta entonces prácticamente indiferenciada, parte del
deseo de ambos (proyección), y comienza a constituirse el sujeto del niño en aquella
imagen exterior, o sea en un “otro”.
En
base a esta noción sabemos que el pensamiento lacaniano se opone a cualquier
derivado concordante con cogito cartesiano en el cual el sujeto “es” allí donde
piensa (porque duda), en cambio para Lacan el sujeto piensa allí donde no es, y
es allí donde no piensa.
Por
esto último Lacan da una definición que sorprende a quienes veníamos
transitando el pensamiento de Freud y es la siguiente: “el inconsciente es el
discurso del otro” (relaciono esto con el concepto de pensamiento paranoico). Utilizando la palabra “discurso” como
estructura de tipo lingüística que rige el inconsciente. Es decir que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje.
Para
dar otra mirada sobre este tema, tomo el esquema del ramillete invertido que
nos da Lacan, para explicar el registro de lo imaginario.
Aquí
se hace una diferenciación entre lo que es una imagen virtual y una imagen
real. ¿Qué quiere decir? Una imagen real es aquella que recibimos directamente
de nuestros sentidos, lo más inmediato de aquello que está presente
materialmente y de manera palpable. Una imagen virtual, por otro lado, es una
representación subjetiva de los objetos, podríamos pensarlo como la idea en el sentido platónico. Sin
embargo esta diferenciación nos sirve solo a modo didáctica debido a que no
podemos separarlas de esta manera en la realidad. Lo que se nos presenta
fenoménicamente es lo que Lacan llama objeto virtual, que refiere a una imagen
virtual en relación a una imagen, u objeto real. Este concepto de objeto virtual
se relaciona con lo que Freud llama representación-cosa y está más ligado a un
proceso inconciente, debido a que aún no posee una una palabra que lo
signifique, es decir que pertenece al registro de lo imaginario, según Lacan.
Solo con el acceso del lenguaje, al anudarse el registro simbólico, accederá el
objeto a los procesos de la conciencia mediante una representación-palabra,
razón por la cual la terapia freudiana busca llevar al sujeto a la elaboración
sus conflictos inconscientes por medio de la palabra.
En
base al esquema del ramillete invertido Lacan nos dice que, respecto de nuestra
posición visual, vemos una imagen virtual (lo subjetivo, emociones,
afectos, etc.) confundida con una imagen real, y esto respresenta metafóricamente el anudamiento de lo real con lo imaginario, ya
que si nuestra posición solo queda enfrentada a una imagen real no podremos enlazar el deseo en la relación con el otro, el cual, como vemos en el
estadio del espejo, es una representación del yo y del deseo de la madre, es decir el yo ideal.
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